A.I Fide José Gauna
Mucho se habla y se especula sobre las fortalezas y destrezas que esgrimen los Grandes Maestros del ajedrez en las partidas de las cuales son protagonistas, la crítica entonces se reduce a un ámbito de tecnicismo y manejo de capacidades mentales e intelectuales que muchos incluso no saben describir.
Desde el simple manejo del conocimiento elemental de posiciones típicas hasta la azarosa y mítica conclusión de habilidades psíquicas que una mente superior es capaz de poner en juego cada vez que enfrenta a un igual humano, son pretextos aceptables, siendo por supuesto un terreno poco abonado por la experiencia y el laboratorio científico.
Por supuesto las teorías o hipótesis están a la orden del día, aunque muchas de ellas terminen desembocando en el endiosamiento de los practicantes más adelantados de la disciplina ajedrecística es decir lo Grandes Maestros del Ajedrez.
Detrás del telón de las habilidades propias de la personalidad humana se esconden muchas utilerías que especialistas de las ramas científicas, estudiosos de la conducta humana han estudiado (aunque muy recatadamente) sobrevalorando sin duda la famosa premisa que: "No es posible colocar una conducta humana en un tubo de ensayo para ser estudiada". Y es aquí donde comienzan los verdaderos problemas para establecer los grupos experimentales o grupos controles para este problema de estudio.
La personalidad y el criterio humano, especialmente, la de los especialistas en la practica ajedrecística es un desierto de muchos oasis, donde los parajes de salvación en el estudio científico son diversos y complejos, "hay que beber el agua salvadora con un pitillo y con las manos amarradas" : Motivación, Atención, Curiosidad, Interacción Social, Temperamento, Carácter, Niveles de aspiración, Emoción, Capacidad de abstracción, son algunos de estos elementos de difícil estimación para la ciencias informales de la sicología o del ámbito sociológico.
La única fuerza que ayuda a la transformación y supervivencia del ser humano son sus emociones, aunque estas mismas llegan en muchas ocasiones a destruirle, y es probable que los bálsamos o vacunas contra las fuerzas internas de estas emociones sean la capacidad intelectual y la capacidad volitiva de los hombres actuales, de manera individual y como especie misma.
A este respecto la Capacidad Volitiva del ser humano es una fuerza universal la cual le provee de herramientas maestras para controlar dichas emociones y convertirlas en instrumentos eficaces de perfeccionamiento. En la lucha de la partida de ajedrez comúnmente vence quién logra mantener este rango o espectro de volitividad en vigencia, vivo y revolucionado.
¿Pero que es la capacidad volitiva?
Es la esencia de la voluntad, la capacidad de defensa que tienen los seres humanos de ir en contra o controlar los instintos, la mente subjetiva y los mensajes subliminales de auto supervivencia y auto conservación que nos predetermina nuestra conciencia biológica o genética y que esta conjeturada sobre más de 4 mil millones de años evolutivos.
El miedo o temor en el hombre se ha estimado desde tiempo inmemorial como "algo natural", aunque esto en realidad no son más que mecanismos de preservación que obligan a la conciencia biológica o fisiológica de nuestros organismos a cohibirse de actuar fuera de los límites del riesgo o de las situaciones extremas de supervivencia. En este aspecto nuestra mente se convierte en nuestro "peor amigo y en nuestro mejor enemigo".
Esta capacidad de elegir, o término de libre arbitrio divide entonces la intelectualidad humana y las libres emociones en algo controlable y en algo que está al servicio de la condiciones de lucha, prescindiendo del temor o de los miedos naturales que fijan los instintos de supervivencia.
Aunque eso parezca ser muy elaborado, en los terrenos de una lucha sobre el tablero, los Grandes Maestros son probablemente los seres humanos que mayormente hacen uso de su capacidad volitiva, de su fuerza de voluntad y de sus factores de auto confianza. Más allá de ello quedarán sus motivaciones, su atención, su curiosidad y sus niveles de aspiraciones; elementos que por separado no le ayudarían a soportar la intensa manifestación de una batalla intelectual, síquica o mental, contra sí mismo o contra un oponente símil o superior.
Por supuesto esta habilidad innata debe ser despertada por algo, y esto que la despierta es el vasto legado del conocimiento de sus propias posibilidades y facultades.
"Un Gran Maestro del Ajedrez Sabe, no improvisa" (Capablanca) y esta sapiencia se la da en continuo su estudio y ejercicio de modelos o paradigmas relacionados con la disciplina que practica, de aquí que mientras más tiempo y trabajo otorgue el Gran Maestro de Ajedrez a la instrucción y preparación del juego mayores opciones de elevar su capacidad volitiva de juego tendrá.
Hablando de José Raúl Capablanca, el Gran Maestro y Ex campeón Mundial de Ajedrez Emanuel Lasker se refirió a él como el talento más sub utilizado del ajedrez, haciendo mención por supuesto a las estimaciones sobre un Capablanca muy flojo para el estudio o poco consecuente con la voluntad de trabajo, instrucción y preparación para la lucha ajedrecística.
Y luego ¿cómo es que un jugador como Capablanca llegó a ser quién llego a ser?
Pues Capablanca al parecer estimó su conducta o la soportó sobre la eficiencia de la lógica, más propiamente sobre una lógica personal, donde el ajedrez era algo demasiado fácil para preocuparse de su estudio. De hecho jugadores como Capablanca y Morphy jamás vieron en el ajedrez algo más que un simple lúdico o un campamento para el divertimento humano.
Esta claro que en los tiempos de Morphy, ninguno de sus contrincantes supo comprender la evolución demarcada por el moderno juego de este genio del tablero y su efímera carrera no dejo oportunidad para estudiarle con propiedad y alcanzar una conjetura firme sobre sus verdaderas fortalezas y debilidades, cuando Steinitz trato de entrevistarse con él y de apelar al estudio científico de sus cualidades ya era demasiado tarde ante las demencias declaradas del pequeño abogado de New Orleans.
Con respecto a Capablanca, precisamente tuvo que llegar un incansable luchador y voluntarioso trabajador como Alexander Alekhine para demostrarle al latinoamericano que el ajedrez no es una sencilla demostración de lógica pura, sino que en el actúan factores de valor abstracto que de no ser cultivados por los grandes Maestros del tablero, corren el riesgo de pasar a ser simples objetos de la mecánica del juego, dejando obviado lo importante de las fuerzas relativas o filosóficas del juego. Pero estos dos jugadores, como ejemplo, tuvieron algo muy positivo, confianza en si mismos.
El ajedrez actual ha evolucionado hasta tal punto que nos es fácil observar partidas decentes que no sobrepasen los 40 movimientos, quizá 40 movimientos en las épocas de Morphy y Capablanca parecerían neto aburrimiento. Independientemente de las fatídicas tablas de Grandes maestros, muchos no llegan a comprender que existen factores que pueden predeterminar la conducta escurridiza de un GM a la lucha abierta y alongada, recurriendo a unas fáciles tablas de 10 0 15 movimientos (quizá menos), y que al final esto no tenga nada que ver con simple temor o miedo a su oponente de turno o a una carencia de capacidad volitiva.
¿Bajar la guardia de la voluntad es incitar el error?
Podríamos asegurar que sí. Aunque no debemos apartar de nuestra conciencia que el hombre es un ser falible y vulnerable, no es menos riesgoso aceptar que esa propiedad hacia el fallo y supuesta vulnerabilidad dependerán de si éste ha perdido sus niveles de atención y concentración, atendidos estos desniveles por la carencia del dominio de su propio temperamento y por la incapacidad de adornar o revestir adecuadamente dicho temperamento con un carácter apropiado al momento de sus decisiones y conjeturas.
A este respecto los factores exógenos del comportamiento solamente vendrán a engrosar o endulzar los factores endógenos del que comete el error, francamente atacado por circunstancias del momento cuando éste ha bajado el escudo de su capacidad volitiva o de su fuerza de voluntad.
Un Gran Maestro debe ser decidido, pero sus decisiones deben estar avaladas por experiencias previas, a veces conjeturas ajenas o modelos prestados. Aunque en la decisión misma no se encuentre la oportunidad para errar es apropiado decir que tanto las circunstancias en las que se desenvuelve como las opciones de errar son la misma cosa.
Nadie puede errar si no actúa! Podríamos decir groseramente, pero esta grosería es permisible cuando tildamos nuestra razón y nuestras acciones de ser bajo los rigores del libre albedrío, a tal efecto no es error pensar actuar, o tomar la decisión de actuar, el error se establece una vez que hemos actuado y que estas acciones han generado cierta y determinada respuesta del medio.
Aquí podríamos utilizar la famosa expresión ajedrecística "Un error no explotado puede llegar a convertirse en un acierto", más alegóricamente desde el punto de vista ajedrecístico "Una mala jugada no es mala hasta que no se refuta" ó "una mala jugada si nos es refutada puede convertirse en una buena".
Quizá el error este relacionado con esa intensa "habilidad" del ser humano a dejarse sobrecoger por impresiones de primer momento, donde su valoración de sus posibilidades y de las posibilidades externas haya sido aburrida, insuficiente o incoherente, pero en resumidas cuentas esta subvaloración será el producto de su falta de voluntad o ausencia de capacidad volitiva.
Mijail Tahl nos dejó ese legado en el ajedrez: a través de su juego especulativo y falto de temor hacia el error el Mago de Riga nos mostró un tipo de ajedrez (aunque solamente un prototipo) repleto de valentía, aunque poco agradable a los ojos del cientifismo de su época.
Este juego no tendría mucho que ver con el juego psicológico de Lasker "No busques a realizar la mejor jugada, has siempre la que más moleste a tu contrario" pues en la exégesis de su expresión Lasker nunca sugeriría equivocarse a propósito, mientras que no estamos seguros si el Gran Maestro Letón lo habría asumido como una forma consiente o alocada de llevar a sus rivales a un despeñadero.
Finalmente utilizaremos otro modelo turbador en el juego de Gary Kasparov, en su arraigado juego de "pechos desnudos", donde el Ogro de Bakú llevaba a sus rivales a una lucha frontal en una cuerda floja y donde los escudos de ambos contendientes muchas veces son dejados en el piso en la búsqueda de demostrar cual de los dos rivales era capaz de soportar más estocadas tácticas en un juego de complejidades.
Sin embargo Kasparov ha demostrado ser el Gran Maestro del ajedrez con mayor dominio de la capacidad volitiva o voluntad de trabajo durante la partida. Su juego analítico y abstracto es insuperable, aun más que el de Alekhine, su presencia y su juego equiparan a una locomotora desbocada, repleta de dinamita y sin frenos aparentes. La búsqueda de recursos invisibles e inagotables durante sus batallas colosales demuestra que el error no es patrimonio de los jugadores sino del propio juego expuesto a las rigurosidades de su complejidad y probabilidades infinitas.
Una forma de acentuar esta visión sería recomendando que al jugar ajedrez se puede sobrestimar o subestimar a nuestros rivales pero jamás sobrestimar o subestimar al propio juego de ajedrez.